Conversaciones humanas sobre la IA en educación

La inteligencia artificial ha dejado de ser una simple herramienta adicional para convertirse en agente activo, capaz de adaptar contenidos, corregir exámenes y sugerir recursos personalizados en tiempo real, liberando a los docentes de tareas repetitivas y administrativas. No obstante, ya no pensamos solo en el uso instrumental de la IA, nuestro deber ahora es aprender a pensar para las máquinas. Así lo confirman los documentos recientes de UNESCO y diversos estudios internacionales sobre el potencial y los desafíos de la IA en educación: el verdadero valor surge cuando la IA potencia la autonomía, la creatividad y el pensamiento crítico de estudiantes y docentes, y no solo se utiliza para resolver tareas automáticas.​

Recuerdo la pregunta de una estudiante hace unos días cuando, durante una clase sobre tecnologías digitales y el uso de la IA me dijo: “¿Deberíamos dejar que la IA corrija nuestros trabajos?” La respuesta implica repensar profundamente el sentido educativo, mi respuesta fue otra pregunta  ¿Aprenderemos más por automatizar y delegar, o por reflexionar sobre el proceso de evaluación? Y aquí mi respuesta… Si no se incorpora intencionalmente la reflexión y el pensamiento crítico, se corre el riesgo de empobrecer el proceso educativo. La creatividad humana, nutrida de experiencias, emociones y contextos personales, no puede ser reemplazada por sistemas automáticos que generan respuestas en base a patrones preexistentes.

En base a lo expuesto, la pregunta clave es entonces cómo integrar la IA de forma consciente, crítica y supervisada en el aula. Crear experiencias de aprendizaje realmente significativas exige que los estudiantes se conviertan en usuarios responsables y críticos, capaces de revisar textos generados, identificar sesgos y debatir ideas. Un ejemplo concreto lo viví al pedir a los estudiantes que analicen textos producidos por ChatGPT: no solo identificaron errores argumentativos, características distintivas de formato y lenguaje de uso, sino que reflexionaron sobre sus propias posiciones —un ejercicio que acentuó su pensamiento crítico mucho más que la automatización sola podría hacerlo.​

A la vez, muchas prácticas tradicionales quedan atrás: el viejo modelo de tarea para la casa o de calificación por repetición o la entrega de resúmenes e informes  ha perdido sentido en un mundo donde el acceso a información es inmediato y la verificación, automatizable. Quizás retoma protagonismo la oralidad y con esto la importancia de lo urgente, estas charlas humanizadas acerca del verdadero uso de la IA. Hoy el reto es cómo y para qué la usamos. Tyler Cowen, experto citado por Infobae, propone abandonar la obsesión por “cubrir al tramposo” o perseguir el plagio, y pensar en estrategias realmente transformadoras, desde la tutoría personalizada hasta la creación colaborativa, en donde el rol docente es cada vez más el de mentor y facilitador acompañando esta transformación.​

La conversación humana sobre IA debe ser abierta, reflexiva y urgente. No se trata solo de sumar tecnología sino de preguntarnos: ¿Cómo preservamos el juicio ético, la diversidad y la profundidad del aprendizaje? ¿Qué nuevas habilidades necesitamos para formar ciudadanos digitales autónomos y críticos? Abrir estos espacios de diálogo nos prepara para un futuro donde la inteligencia artificial acompaña, pero nunca sustituye el verdadero sentido de la educación: pensar, crear y convivir.

 

  • Este artículo fue generado con asistencia de Perplexity
  • La imagen fue generada con Gemini 2.5 Flash Image Nano Banana.

 

Referencias

 

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